jueves, 12 de junio de 2008

Curiosidades sobre la historieta brasileña

Brasil presenta algunos datos sorprendentes respecto al desarrollo de la historieta a lo largo de su historia. Se puede argumentar, por ejemplo, que es en Brasil donde encontramos los primeros ejemplos de la historieta en Latinoamérica, con la presencia del italiano, afincado en Brasil, Angelo Agostini, allá por 1869. Por otro lado, durante las primeras décadas del siglo XX, las revistas infantiles se establecen en Brasil como lo hicieron en Europa. No eran propiamente cómics pero contenían historietas que con el tiempo se convierten en la parte principal de dichas revistas, amen de los consabidos consejos y recomendaciones de tipo moral y cívico para la formación de los infantes.

Si Angelo Agostini fue una figura esencial en el despegue de la historieta en Brasil, Adolfo Aizen fue la personalidad de los años 30 y 40. Gracias a su conocimiento del cómic norteamericano, en 1934, Aizen puso en marcha el Suplemento Juvenil y trajo a Brasil el cómic USA (Flash Gordon, Tarzan, Mandrake, Popeye, Mickey Mouse…). La competidora del Suplemento Juvenil fue la revista O Globo Juvenil que por su lado, copiando una fórmula que se probaba exitosa, trajo las historietas de The Phantom, Li’l Abner y Alley Oop.

Adolfo Aizen, emprendedor y visionario de la historieta, fundó en 1945 la editorial que dominaría el mercado brasileño durante 3 décadas, desde 1945 (año de la fundación de Editora Brasil America Ltd, EBAL) hasta finales de los 70.

La década del 60 se abre con la creación de la nueva capital, Brasilia, un proyecto innovador, la creación de una nueva ciudad que vertebrara el país desde el centro de su inmenso territorio. La bossa nova era un éxito mundial y el cine, con los planteamientos renovadores del cinema novo, estaba a la vanguardia en América. En la historieta, Disney despliega toda su poderosa maquinaria y se instala con enorme éxito en toda Latinoamérica. Brasil no es una excepción y el mercado queda bajo la sombra alargada de un pato y un ratón. Hasta que a un hombre se le ocurre plantar cara a la todopoderosa Disney usando una fórmula bien conocida. Mauricio de Sousa, la personalidad en la historieta más destacable de esta segunda parte del siglo XX, aplica las técnicas de producción y mercado de Disney hasta conseguir lo que nunca ningún país en Latinoamérica de libre mercado había conseguido: arrinconar a Disney. En 1973, el cómic Mônica vendió 195.000 copias. Y la cifra llegó hasta 262.000 ventas en 1978. Y ya en la década del 90, concretamente en 1998, la producción Disney significaba solamente el 15% de los títulos de Mauricio. Y es que si algo hizo de manera muy ladina de Sousa fue dirigir un grupo notable de artistas que, privados de sus derechos sobre los personajes que crearon, supieron ganarse un público infantil y desterrar a Disney de las estanterías. La pena es que toda esa producción nacional se ha convertido en otro monopolio, el del todopoderoso Mauricio de Sousa. No en vano se le llama el “Disney brasileño”.

Información tomada y adaptada del artículo de Waldomiro C. S. Vergueiro "Children’s Comics in Brasil: From Chiquinho to Mônica, A Difficult Journey” Cartooning in Latin America (2005).

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